miércoles, 16 de enero de 2013

FIN DE LA ESCUELA PITAGÓRICA




Retomando de nuevo el tema acerca de las mujeres en el mundo filosófico, podríamos incluir a Aesara de Lucania como la última filosofa de la que se tiene una información precisa perteneciente al pitagorismo. Bien es sabido que existían muchas otras alrededor de esta escuela como Melisa de Samos, Phintys de Esparta, Tymica de Lacedemonia y un largo etcétera; sin embargo, los datos que se tienen de su vida y/u obras son escasos y no demostrados existiendo solo algunas cartas o epístolas hacia otras mujeres pitagóricas.

Por todo esto, nos hemos referido solo a aquellas de las que tenemos información más contrastadas y que de alguna forma sus nombres y trabajos han llegado a ser de importancia en la actualidad, pues sabemos que en aquella época poco podía aportar una mujer a los diferentes campos del saber.

De esta manera, hasta aquí las mujeres filosofas del pitagorismo y lo que de ellas se sabe a día de hoy. Es importante destacar que fueron pioneras y es lamentable  tanto la poca información que se tiene sobre ellas como lo dispersa que se encuentra.

No querríamos cerrar esta parte sin hacer una reflexión acerca de una pregunta que nos surgió a partir del estudio de estas filosofa; ¿qué motivó a Pitágoras a aceptar mujeres en su escuela si en aquel tiempo eso era inconcebible e incluso mal visto socialmente? Pues bien, hemos hallado hipótesis e hipoconsecuencias que diversos filósofos han recogido.

La hipótesis es bastante pragmática, pues, dado el carácter de toda secta, de alejarse de la sociedad y constituir un grupo diferente e independiente, se hace necesaria la participación y colaboración femenina para la perpetuación biológica del grupo.

 Por otra parte, las hipoconsecuencias las consideran antropo-religiosas: La primera viene dada por la naturaleza propia de la filosofía pitagórica, que, lejos de asemejarse a la reflexión jonia, desarrolla una filosofía popular, antropológica, que entiende las relaciones sociales y familiares como elementos filosóficos de vital importancia.

De esta manera, las relaciones familiares se vuelven en Pitágoras problema filosófico y las mujeres ocupan un espacio propio que será resuelto mediante la gran doctrina de la armonía universal.

La segunda hipoconsecuencia es la siguiente, el sistema filosófico-religioso pitagórico, influenciado por el orfismo, la inmortalidad del alma, la vida tras la  muerte, la necesidad de purificación y la transmigración de las almas a través de otras especies de seres vivos, entendía a todos los seres animados formando parte de una misma parentela. En este sentido, no había excepciones, hasta tal punto que, Pitágoras, incluso hablaba con los animales para que desistiesen en algún hábito negativo que poseían. Por lo tanto, el pitagorismo encierra una paideia de liberación cuyo objetivo era librar al individuo de aquellas trabas físicas y psicológicas que no le permitían alcanzar la purificación.

 Desde el ámbito físico, esto lo lleva a cabo a través de una dieta casi “vegana”, consecuente con la doctrina antropoecológica que mantenía; mientras que en el ámbito psicológico o espiritual, a través de una educación y didáctica dada en dos niveles. El primero de ellos de marcado carácter moral para los seguidores acusmáticos, y un segundo nivel más conceptual dado a los discípulos matemáticos.

Es este sentido, la idea de salvación universal del pitagorismo fue la que hizo que no existiese discriminación posible hacia las mujeres, desde el punto de vista de su aceptación en la escuela. Otra cosa bien distinta es si esta aceptación se llevó a cabo en igualdad de condiciones.

Es habitual leer que en la comunidad pitagórica hombres y mujeres se encontraban en igualdad de condiciones. Clara defensora de esta tesis es Sarah B. Pomeroy y la sustenta en el hecho de que no haya recogidas normas diferentes para mujeres y hombres dentro de la secta. Asimismo, también  juega a favor de dicha tesis el hecho de que Pitágoras era conocido como el “filósofo feminista”.

Esto, ciertamente, no lo podemos saber, ya que del hecho de que existiesen mujeres aceptadas en la escuela, no se sigue un ideal de igualitarismo, aunque Pitágoras muestre gran respeto hacia las mujeres cuando se dirige a ellas.

En la posición opuesta encontramos dos tesis que nos pueden ayudar a verlo no necesariamente como un igualitarismo. La primera es el comentario de Margaret Alic en el ya citado libro sobre Hipatia:

 “La comunidad pitagórica se suele llamar “hermandad”, con lo cual no queda claro el hecho de que la orden incluía hombres y mujeres en igualdad de condiciones."

La segunda tesis de aceptación de mujeres por razones distintas al ideal igualitario procede, no de la escuela pitagórica, sino de la epicúrea, que como es sabido, también aceptó mujeres en su seno. Así, destacamos la reflexión de Ángela Sierra González para quien no fue el ideal de igualitarismo el que hizo que las mujeres formasen parte de la secta Epicúrea, sino más bien el rechazo de lo público.

En definitiva, siempre quedara la duda sobre si existía igualdad REAL entre hombres y mujeres en la escuela pitagórica pero lo que si queda claro es que para Pitágoras las mujeres forman parte del ciclo natural y social y por tanto han de ser educadas igual que los hombres. Sin embargo cabe analizar esto pues, del hecho de que haya que educarlas como a los hombres, no se sigue que sean igual que los hombres. La ausencia de discriminación para formar parte de la secta no impidió su discriminación dentro, pues, Pitágoras no fue precisamente un emancipador de las mujeres, sino que más bien continuó el modelo de discriminación de género. Mientras que los hombres pitagóricos se reservaron las tareas públicas y de gobierno, es curioso ver cómo las mujeres pitagóricas elaboran un discurso privado y de resignada justificación del statu quo social, por tanto igualdad en el sentido estricto de la palabra sería discutible que existiese en esta escuela de gran renombre.

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